Karina Milei blindó a los Menem y Javier se queda sin margen

El presidente quiso correr a Lule Menem tras el escándalo de coimas, pero su hermana lo frenó con un “son mi gente”. La Casa Rosada anunció mesas políticas para contener la crisis, pero la calidad de los interlocutores debilita cualquier intento de diálogo con gobernadores.

Política08/09/2025
NOTA

La interna libertaria tras la derrota bonaerense

 

La derrota en Buenos Aires desató un terremoto político que no encuentra epicentro. Javier Milei, que intentó mostrar temple, terminó atrapado en la peor contradicción de su gobierno: la voluntad de disciplinar choca contra la resistencia de su hermana. Karina Milei defendió a los Menem, blindó a Lule pese al escándalo de las coimas y dejó al presidente sin margen para mostrar reacción. 

 

El mensaje hacia adentro fue nítido: ella define quién se queda y quién se va. El mensaje hacia afuera, demoledor: Milei no manda ni en su propio gabinete.

 

La mesa que ya existía y el diálogo que nadie compra

 

El anuncio de una “mesa política nacional” pretendió ser una señal de control. Pero la foto terminó siendo un boomerang: los convocados eran los mismos que ya se reunían cada martes. Karina, Francos, Bullrich, Santiago Caputo, Martín Menem y Adorni. No hubo novedad ni recambio, apenas la institucionalización de un ritual que ya no convence a nadie. En paralelo, se prometió una “mesa federal de diálogo” con gobernadores. 

 

El problema: el elenco de interlocutores. Que un puñado de ministros sin vuelo político convoquen a mandatarios provinciales reduce el valor de la propuesta y deja claro que no se busca acordar, sino dilatar.

 

Maximiliano Pullaro, gobernador de Santa Fe, tardó menos de una hora en rechazar la invitación. La velocidad de su respuesta muestra lo obvio: ningún gobernador quiere sentarse a negociar con quienes acumulan derrotas legislativas y cargan denuncias de corrupción. El gobierno insiste en la idea de “ampliar la mesa”, pero la amplitud de nombres no compensa la falta de autoridad.

 

Caputo empoderado y la fantasía de la unidad nacional

 

En medio del desconcierto, apareció la voz del otro Caputo, Santiago, que hasta ahora se movía en las sombras. Tras la derrota, decidió jugar fuerte y planteó la idea de un gabinete de “unidad nacional”. Traducido: sumar figuras del PRO y del peronismo no K para darle aire político al gobierno. 

 

La propuesta apuntaba a dos objetivos: correr a los Menem, muy golpeados por los escándalos, y bajar la intensidad de Karina en la toma de decisiones.

La respuesta fue un portazo. Karina no solo se negó: dobló la apuesta defendiendo a Lule como “su gente”. Esa jugada terminó congelando cualquier posibilidad de movimiento. 

 

El presidente quedó atrapado en un empate interno: ni se anima a desafiar a su hermana, ni puede ignorar a un asesor que representa el último puente con sectores externos. El resultado es la inacción, en un momento en que los mercados marcan urgencia y los gobernadores buscan certezas.

 

 

El trasfondo es más oscuro de lo que se admite en Casa Rosada. El lunes posterior a la derrota, mientras el dólar rozaba el techo de la banda y las acciones argentinas se hundían en Wall Street, el presidente recibía al BID para mostrar algún ancla financiera. 

 

En paralelo, en Olivos circulaban encuestadores que hasta último momento le habían vendido la ilusión de un empate técnico con el peronismo. Esa mezcla de improvisación política y desconexión con la realidad es la que hoy expone la fragilidad del oficialismo.

 

La bronca interna busca chivos expiatorios. Sebastián Pareja, el armador en la provincia, aparece señalado como responsable de la paliza bonaerense. Pero la verdad es que los “mariscales de la derrota” son los mismos que Milei sigue eligiendo como interlocutores. Y mientras el presidente se entretiene en ese reparto de culpas, el reloj financiero corre sin pausa. Como muestra de que no habrá cambios Pareja es ratificado como Jefe de campaña de las elecciones de octubre.

 

La ironía final es inevitable. Milei llegó prometiendo dinamitar la política tradicional y hoy depende de mesas de discusión que parecen sacadas de un manual viejo del macrismo. Pretende marcar autoridad, pero no logra ordenar su propio gabinete. Se jacta de que nada cambia, cuando todos ven que lo único que se mantiene es la parálisis.

 

La derrota bonaerense no fue un accidente: fue el principio de una fractura interna que ya no se puede tapar con slogans. Karina sostiene a los Menem como un tótem personal, Santiago Caputo intenta reinventar un gobierno de unidad y los gobernadores miran de lejos, sin querer quedar pegados. En el medio, Milei queda reducido a un presidente sin margen, atrapado entre la familia y el mercado. 

 

Y cuando la única respuesta a la crisis es una “mesa política” que ya existía, la conclusión es clara: el verdadero vacío no está en las urnas, está en el poder.

 

 

La “mesa política” de Milei no fue apertura: fue la confirmación de que las decisiones siguen encerradas entre Karina y su círculo chico.

 

 

 

El riesgo de otro Cambiemos

 

El anuncio de una “mesa política nacional” suena más a reflejo de debilidad que a un gesto de poder. Después de la derrota en Buenos Aires y con los mercados respirándole en la nuca, Milei eligió un camino que recuerda demasiado a Cambiemos en 2018: improvisar mesas de coordinación para ganar tiempo. 

 

Aquella foto en Olivos con Macri, Peña y los gobernadores radicales quedó en la memoria como un acting de unidad que nunca funcionó. Ahora, la película parece repetirse.

 

La versión libertaria incluye a Karina Milei, Guillermo Francos, Patricia Bullrich, Santiago Caputo, Martín Menem y Manuel Adorni. Nombres conocidos, ningún rostro nuevo. 

 

En teoría, se trata de un intento de “abrir el juego” tras el golpe electoral; en la práctica, confirma que la misma mesa chica sigue moviendo las piezas. La novedad es que Lule Menem, envuelto en denuncias, quedó desplazado de la toma de decisiones, aunque su hermano Martín permanece como parte del elenco.

 

El riesgo es evidente: si Cambiemos terminó encerrado en sus propias mesas y desgastado por los mercados, La Libertad Avanza corre la misma suerte. Milei, que se presentó como el presidente que no repetiría los errores del pasado, ahora recurre al mismo recurso: anunciar estructuras que no modifican la correlación de fuerzas real.

 

Cuando un gobierno que prometió dinamitar la política termina armando mesas de contención, es porque ya no tiene otra cosa para mostrar. Y ahí, en ese espejo incómodo de Cambiemos, se refleja hoy el oficialismo libertario.

 

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