A 15 años de su primer título: destinado a ser un “Titán”

Hijo de la Cuna de Campeones, Agustín Canapino celebró el primero de sus cuatro títulos en el TC, el 28 de noviembre de 2010 en el “Gálvez”.

Turismo28/11/2025
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En 15 años instaló su nombre como uno de los más sólidos del Turismo Carretera y, paralelamente, tomó la bandera del Moño para convertirse en la insignia de Chevrolet.

Agustín Canapino hoy está muy cerca de convertirse nuevamente en campeón del TC, aunque a bordo de la nueva generación tecnológica. Sin embargo, ese camino se inició en 2010, un 28 de noviembre, cuyo desenlace se dio en el autódromo “Oscar y Juan Gálvez” de Buenos Aires.

Ese día, en ese lugar, el “Titán” levantó por primera vez la Copa de Oro como el Rey del TC, mientras que luego siguieron más y nuevas consagraciones, siempre con la marca de sus amores, pero también lo trasladó a otras categorías.

No había manera que pudiera no rozarse con el ruido de motores, con el aroma a nafta, con los lamparones de aceite o  de grasa. Era imposible que su pie derecho no presionara un pedal de acelerador para que los escapes soltaran esa música armónica que acaricia fuertemente los oídos. ¿Por qué no se podía esperar otro panorama? Simple. Porque el protagonista de esta historia vio la vida en Arrecifes.

Se trata de una ciudad que respira y exhala automovilismo. No por nada se la ha bautizado como La Cuna de Campeones. Nombres ilustres salieron de Arrecifes para desparramar talento por todo el país y el mundo. Rubén Luis Di Palma, Carlos Pairetti, José Froilán González, Néstor García Veiga, Norberto Fontana, entre otros, asoman rápidamente. Y también él. Sí, el “Titán”, Agustín Canapino. Y encima su padre, Alberto, fue uno de los principales preparadores del deporte motor de nuestro país. Imposible un domingo sin carreras.

Gemas de un título

Aquel primer título del “Titán” tuvo un par de particularidades. Porque con ese título se transformó en el campeón más joven del TC, ya que con 20 años se apropió del 1 (desbancó a Guillermo Ortelli, quien en 1998 había logrado el título con 25 años) y porque el objetivo se alcanzó a partir de su primera victoria en la especialidad.

Sin embargo, lo hizo aún más especial la escasa trayectoria del piloto en el automovilismo; de hecho aprendió a guiar autos de competición en un simulador. Es que apenas cuatro años tenía de “antigüedad” en el rubro aquel joven arrecifeño, cuyo apellido lo ponía en primera plana. En realidad, por aquellos años,  era el hijo de Alberto Canapino, pero con el correr del tiempo, fue formando su propia identidad fierrera, como debía ser, por otra parte, para ser Agustín Hugo Canapino.

Ante 60 mil personas y en el Coliseo del automovilismo nacional, ese pibe de 20 años le dio forma a una hazaña aquel 28 de noviembre de 2010, que ha quedado guardada entre las mejores jornadas de la categoría.

El arrecifeño, Mariano Werner y Matías Rossi tenían serias chances de coronarse. Durante ese fin de semana, Canapa desarrolló una tarea pareja que fue creciendo a medida que se apilaban las vueltas al dibujo 12 del autódromo porteño. Se quedó con la segunda serie, que significó la más rápida de las tres baterías. Pero había algo más como para sumar mayor presión y necesidad. Canapino no había ganado durante la temporada, con lo cual estaba obligado a hacerlo porque así lo marca y lo exige el reglamento deportivo.

A todo esto, Matías Rossi, en aquel momento con un Chevrolet, asomaba como favorito, puesto que tenía la victoria que lo habilitaba para soñar con el título, pero necesitaba que sus dos máximos rivales, Mariano Werner y Agustín Canapino, no ganaran. Pero el de Del Viso no pudo pelear mano a mano a raíz de un problema en la dirección de su Chivo y esto le restó chances.

Canapino sabía que tenía que salir a todo o nada a la final, no había sitio para especular. Así fue que el Chevrolet blanco con las 3M en rojo movió desde el mejor lugar, pero muy cerca estaba nada menos que el Ford de Mariano Werner, que luego se transformó en el Boca-River vernáculo del TC.

Agustín se recibió de piloto ese día, sin dudas. Porque hay que trabajar para contener al Zorro de Paraná y encima también acechaba otro entrerriano, y de mil batallas, como el Gurí Martínez.

No cometió errores, se permitió darse una doble alegría y otra muy grande a su ciudad de Arrecifes y, claro, a los hinchas del Chivo, que desde allí lo arroparon para siempre.

Una frondosa cosecha

Si bien su padre Alberto era parte del mundo de los fierros, no tenía intenciones que su hijo se subiera a un auto de carreras. Agustín no compartía esa postura y así fue a ver a su vecino, Marcos Di Palma, quien en definitiva convenció al recordado Alberto Canapino para que Agustín probara al menos un auto. Y Canapa se subió a un Renault Mégane con el que debutó en 2005 en la Copa Mégane, con 15 años.

Luego pasó al TC Pista en 2008 con el objetivo de ascender al TC, que obtuvo como campeón de la telonera. Entonces, Canapino apareció en el TC en 2009 y al año siguiente se coronó campeón, y que lo repitió con tres conquistas consecutivas en 2017, 2018 y 2019.

También se quedó con el campeonato en la Top Race V6, en las temporadas 2010-2014 y 2016-2017 junto al equipo Sportteam. Además llevó su talento al Súper TC 2000, en donde fue campeón en 2016 y 2021, bajo la estructura del equipo Chevrolet YPF.

Claro que no se podrá olvidar en sus antecedentes el paso en 2023 por el IndyCar Series con el equipo Juncos Hollinger Racing, donde se mantuvo hasta agosto de 2024.

Por estos días, Agustín Canapino está muy cerca de sumar la quinta estrella en el TC, ya manipulando los beneficios de la nueva generación, en este caso con un Chevrolet Camaro.

Pero, 15 años atrás en el Gálvez se midió con los mejores y con apenas 32 carreras en el TC, encontró un lugar en la historia grande del automovilismo nacional. Seguramente haya representado el mejor tributo en vida para Alberto, su padre. Son 15 años del primer halago, que la 15 disfrutó en la tribuna de la Ese. Un número que al Chivo le cae justo.

Crédito www.t2.ar

 

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